Mª Juvelina Porto
Este relato está basado en un hecho real.
En los años sesenta vivía en Burgohondo un aguerrido joven. A los dieciocho años se quedó huérfano de padre. Tenía vacas y una yunta y trabajaba en lo que podía para salir adelante. Se fue a la mili y a la vuelta decidió probar suerte en el extranjero, dejando atrás su querida tierra. Vendió su ganado, aparcó el carro de las vacas y se marchó.
En el trabajo se hizo muy amigo de un portugués que le invitó a pasar las vacaciones en Portugal. Allí conoció a una joven y se quedó prendado, fue un flechazo mutuo. Se estuvieron carteando y viéndose en las vacaciones. Se casaron en la tierra donde ella nació y vivió hasta que celebraron su boda. Formaron una linda familia en Alemania.
Tras varios años decidieron que ya era el momento de volver a su tierra. Consultó a su esposa donde prefería vivir: en la ciudad o en el pueblo? Ella sin dudarlo eligió el pueblo. Él falleció joven pero quedó su esencia. Desde siempre había inculcado su amor por el valle del Alberche a su mujer y a sus hijas.
Su devoción por aquellos prados, riachuelos, aquellos barrios del Lomo de arriba y el Lomo de abajo, La Cendra, donde nació y se crío; pueblos como Villanueva donde descansa su abuela paterna y Navatalgordo, de donde era oriundo su padre. Ese joven agerrido descansa en Burgohondo, su amado pueblo.
El amor de su vida, aunque de país lejano, aún está y se siente de esta tierra del Alberche. Hay amores que duran hasta la eternidad. Aunque viejito y destartalado, ella todavía conserva su carro en el mismo lugar donde aquel joven lo dejó hace 54 años.
Juvelina